a longevidad del oso se estima entre 15 y 30 años en su entorno natural y aún más en cautividad. Tiene un sentido del olfato excelente y, aunque son necesarios más estudios, es muy probable que su vista y su oído sean comparables a los del perro. Estudios recientes sugieren que los osos negro, polar y pardo son verdaderos hibernantes (véase Hibernación), que pasan la época crítica del invierno recogidos en la osera donde su actividad orgánica disminuye. El proceso se realiza de forma paulatina y comienza con la entrada del animal en un estado de mayor torpeza. El oso pardo permanece sin alimentarse mientras hiberna, la actividad del aparato digestivo y del riñón son muy bajas, y no elimina los desechos metabólicos; este estado puede durar entre 3 y 5 meses (y hasta 7 meses en los osos que viven en el norte de Alaska). Sin embargo, en comparación con los roedores hibernantes, la temperatura del oso permanece más alta (apenas se reduce), aunque la frecuencia cardiaca cae de 45 a 10 latidos por minuto, y el consumo de oxígeno se reduce a la mitad. El oso también conserva funcionales los sentidos de la vista, del oído y del olfato, y en el caso de que se produzcan periodos invernales más cálidos, puede reanimarse y dejar su guarida transitoriamente. El proceso de hibernación se traduce en una pérdida de hasta el 30% de su peso corporal. Por ello, es indispensable el proceso de engorde otoñal para resistir esta etapa.
El periodo de gestación de los osos oscila entre 6 y 9 meses, tras los cuales nacen de 1 a 4 cachorros de un tamaño diminuto (unos 300 gramos de peso en el caso de los osos negros americanos) y sin pelo. Los nacimientos ocurren durante el invierno, en el interior de la osera elegida por la madre. El osezno permanece con la osa hasta la segunda primavera de su vida, momento en el que es rechazado por ésta y empieza a llevar una vida independiente. La madurez sexual ocurre entre los 3 y los 5 años de edad aproximadamente.
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